
Imagina que estás viviendo tu día a día en lo que podríamos llamar la planta baja de tu existencia. No está mal, tienes tus rutinas, tus pendientes, tus preocupaciones; cosas normales como el trabajo, las relaciones, la salud, el dinero… lo típico. Pero un día, sin previo aviso, aparece una escalera invisible que te lleva a un piso más alto. Y allá arriba todo es diferente. Más ligero. Más claro. Más… conectado.
De pronto, te invade una sensación de calma, de maravilla, de estar exactamente donde tienes que estar. Por un instante, el “yo” se disuelve y sientes que eres parte de algo mucho más grande. Como si el universo respirara contigo. A eso se le llama una experiencia cumbre, y puede pasar en los momentos más inesperados: escuchando una canción, en medio de una charla honesta, frente a un paisaje que corta el aliento, o incluso después de una crisis personal que te transformó.

Lo que dice la ciencia
El psicólogo Jonathan Haidt, conocido por explorar la psicología moral y la felicidad, describe estas experiencias como un “ascenso” interno que nos saca de la rutina mental diaria y nos conecta con algo más allá de nosotros mismos. Aunque duran poco, nos dejan una marca profunda.
Abraham Maslow, famoso por su pirámide de necesidades, fue uno de los primeros en estudiar estas vivencias. Las llamó “experiencias cumbre” (peak experiences) y las describió como momentos de intensa alegría, belleza, asombro o claridad.
Según la psicología, estos momentos tienen algunas características en común:
La investigadora Judith Privette también encontró que estas experiencias:
Desde la mirada espiritual
Las tradiciones religiosas y espirituales han hablado durante siglos de estos estados. Los budistas los llaman satori o kenshō, los místicos cristianos los ven como encuentros con lo divino, y en el sufismo, se describen como uniones con lo eterno.
William James, pionero en la psicología espiritual, los llamó experiencias místicas y dijo que tienen cuatro características esenciales:
John R. Peteet, psiquiatra y estudioso de la trascendencia, propuso cuatro pasos comunes en estos momentos:

Y desde lo emocional… ¿cómo se viven?
Te puede pasar viendo las estrellas una noche clara. O cuando alguien te dice “te quiero” y sabes que es real. O en el silencio absoluto de una montaña. En esos momentos, lo emocional y lo espiritual se abrazan. Te sientes vivo. Ligero. Agradecido. Es como si el corazón y el alma respiraran al mismo ritmo.
Un ejemplo real: muchas personas cuentan que han tenido experiencias cumbre después de haber tenido hijos, al ver una obra de arte que los conmueve hasta las lágrimas, o incluso en momentos de duelo cuando, inexplicablemente, sienten una paz inesperada.
¿Cómo invitar estas experiencias a tu vida?
No puedes forzarlas, pero sí puedes abrirte a que sucedan.
Algunas formas de acercarte serian:

Entonces… ¿cuándo fue tu última experiencia cumbre?
Quizás fue fugaz, pero quedó grabada en ti. Tal vez fue hace mucho y no sabías cómo llamarla. Lo importante es reconocer que existen, que no son casualidad y que todos absolutamente todos tenemos acceso a ese piso superior, aunque sea por un rato.
La próxima vez que subas esa escalera invisible, no te apures en bajar. Quédate ahí. Siente, Respíralo. Porque esos momentos, aunque breves, pueden cambiarte para siempre.






